24 abril 2012

 

Tumbada a la bartola



Una de las páginas del cómic que espero terminar algún día.


16 abril 2012

 

¿Qué puedo hacer?

 
Hay alguien en mi edificio que lleva cuatro semanas escuchando a Vetusta Morla de forma compulsiva y a todo volumen. 

A veces pone un disco entero, a veces una o dos canciones pero en modo repeat (esto es, cuatro y cinco veces seguidas). Unos días a media tarde, otros días pasadas las 11 de la noche. Si es fin de semana, por la mañana. O debería decir también por la mañana; hay días que se calza los tres pases. Y todo esto cada día, vuelvo a repetir, desde hace un mes

Ya no puedo más.

Había pensado dejar una nota en el portal, por si la viera - aunque tampoco quiero humillarle frente a todo el vecindario. Qué debería pedirle, ¿"por favor, cambia de disco"? ¿"Por favor, ponte unos auriculares"? ¿"Por favor, ya no estamos en 2009; supéralo"? Tengo que hacerle saber mi malestar a este vecino antes de quedarme sin dientes por culpa del bruxismo. Estudiemos las variables:

1. El grupo: Que alguien tenga semejante (y a todas luces desproporcionada) necesidad de escuchar a Vetusta Morla es algo que se escapa a mi comprensión, pero es indudable que cuentan con una legión de seguidores - por lo visto, algunos de ellos, tremendos fanáticos. Tengo la desgracia de que uno sea vecino de este inmueble, nada más. 

¿Puedo sugerirle que cambie de disco? Me echo a temblar sólo con pensarlo; mi exaustivo análisis auditivo de su discoteca (¡qué coño exaustivo! ¡Si como pone la música a todo rabo me entero aunque no quiera!) me ha permitido detectar que lo más probable es que solo tenga material de un par de grupos más. Cuidado; Vetusta Morla pueden resultar cansinos pero, amigos, qué me dicen de... Radiohead. O incluso Sexy sadie. ¡Sé que esto puede ocurrir! Así que "cambia de disco" es una plegaría que más me vale no manifestar, no sea que resulte atendida.

¿Podría entonces, grabarle un cd, o pasarle una lista de grupos que me gustan a mí - o al menos que sean agradables? No lo creo; debido a su compulsividad, este vecino machacaría la lista y llegaría a conseguir que yo acabase aborreciendo a mis grupos favoritos por el simple hecho de tenerlos sonando todo-el-puto-día a través de las paredes.

2. La repetición: Asumamos que Vetusta Morla sacan discos. Asumamos que existen personas a las que les gustan Mapas y el otro. Que quizá sean personas con una malformación genética en el oído. Que dicha malformación les lleva, no solo a escuchar a un grupo insufrible, sino a escucharlo a todo volumen. Pero ¿por qué varias veces seguidas? ¿Por qué todos los días? ¿Qué les ponen a sus canciones, droga? ¿Cómo han conseguido someter a sus fans hasta hacerles perder la voluntad? Y sobre todo ¿por qué cojones nos torturan a los demás? ¿No les vale con ser masoquistas? ¿Tienen también que ser sádicos?

3. El volumen: Si yo no me enterase de qué narices escucha mi vecino, ni de cuántas veces las escucha, por mí como si se pone el Abba pater en bucle y revienta. Ojalá.

Eso es. Si de la maléfica combinación "música fea/on repeat/muy muy alta", consigo eliminar la variable del volumen, confío en que mi sufrimiento acabará de una vez por todas. Sin embargo... hay un último asunto que me preocupa:

4. El vecino: Si estoy rehuyendo una confrontación con esta persona es porque creo que, o está pasando por un bache emocional muy intenso, o directamente está mal de la cabeza. Si me enfrento a él (o a ella) quizá me ataque. ¡Quizá me clave un cuchillo! Y a ver si creéis que me lo clavará una vez... no señor; lo hará veinte, treinta, o cuarenta veces. ¡O doscientas! ¡Y a todo volumen! ¡Ñí-ñí-ñí-ñí!



Les pido consejo. ¿Creen que soy una exagerada? ¿Creen que no hay motivo para esta desesperación? ¿Creen que el verdadero problema es, sencillamente, que paso demasiado tiempo en casa? ¡Ayuda!



13 abril 2012

 

Oh! You pretty things

 
A veces pienso que cualquier expresión musical post-Bowie, no es solo un acto inútil; es casi un ultraje a las Artes. A varias de ellas.



09 abril 2012

 

Déjame tranquilo

 
El otro día estuve viendo a Cass McCombs tocar en El Sol.

Nada más comenzar el concierto, subido al peldaño del escenario, había un chico con una cámara de fotos (con un objetivo de palmo y medio) pegado a la cara del señor McCombs, quien primero le lanzó una mirada reprobadora, y después le apartó con un pie mientras intentaba seguir tocando. Cuando terminó esta primera canción del repertorio, le pidió que se alejara; "déjame tranquilo" - le dijo. Bien porque el chico no entendía inglés, bien porque no le daba la gana, el caso es que no se alejaba. Solo entonces adoptó un tono más serio para decirle: "Tú no eres parte del espectáculo ¿lo entiendes? Estás subido en el escenario, ¿quieres también que te pase el micrófono?" Viendo que el chico no se inmutaba, pidió entonces que alguien de la organización hablara con él. Después de la siguiente canción, le vi pasar por delante de mí con su cámara, supongo que en dirección a la salida.

El concierto continuó, pero el mal ya estaba hecho, y tuvieron que pasar varias canciones hasta que el músico se encontrase al fin a gusto sobre el escenario. No es sólo una percepción mía; él mismo lo reconoció, con cierto apuro, cuando hablamos después del concierto.

Cualquiera que haya estado subido a un escenario sabe lo incómodo que resulta tener a un fotógrafo o a un cámara demasiado cerca cuando estás tocando e intentando concentrarte. Te tensas mogollón, intentas ignorarlo, pero no siempre lo consigues. Eso, como músico; como público, simplemente detesto cualquier elemento que me distraiga de lo que he ido a ver; ya sea gente charlando, anuncios voladores proyectados sobre el escenario, o tíos con cámaras encaramados en primera fila intentando sacar hasta los pelillos de la nariz. 
Siempre he creído que la mayor virtud  de un fotógrafo consistía en pasar desapercibido, y pienso que para que haga su trabajo, no necesita interferir en el trabajo de los otros. También deberían saber interpretar las señales - ¿por qué creéis que Cass McCombs, Mark Lanegan y otros tantos, piden que la luz sea lo más tenue posible? 

Otros músicos lo tienen más claro todavía; M. Ward, por ejemplo, no permite la entrada de ningún reportero gráfico a sus conciertos, ni si quiera durante las 2 o 3 primeras canciones. Esto le hará ganarse la antipatía de muchos, supongo, pero también el agradecimiento de algunos, entre los que no me importa decir que me encuentro.

Parece ser que este chico es fotógrafo profesional, y lamento leer que tenga una mano dolorida, pero ya es bastante fastidioso que a Cass McCombs le coloquen el sambenito de "tipo raro", como para que además ahora sea también "violento". Creo que respetando un mínimo de espacio vital, este incidente (y muchos otros) se podría haber evitado. No creo que cueste mucho entenderlo.



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